La Travesia del Desierto

Por: Eduardo Trebison

8 dic 2010

"Hop-Frog" de Edgar Allan Poe

Publicado por Trebison


Hop-Frog. Originalmente titulado "Hop-Frog o los Ocho Oranguntanes Encadenados", fue el último cuento publicado por el escritor estadounidense, Edgar Allan Poe, en el año 1849, antes de su muerte.

El titulo del cuento proviene del nombre de su protagonista; Hop-Frog (rana saltarina), un bufón enano y cojo que tras años de humillación en la corte de un bromista rey, decide tomar venganza y alcanzar su libertad. Antes de continuar quisiera decirte, lector o lectora, que a esté punto si no has leído el cuento, baja hasta el final del texto y te encontrarás con él, léelo antes de seguir en estas lineas, pues me veo en la necesidad de hablar sobre elementos que podrían dar un adelanto del argumento y detalles de la historia que podrían ser de mal gusto si no has leído el cuento. Similar a que te cuenten el final de una película que quieres ver, así que aquí dejo escrita mi advertencia.

Se han sugerido diferentes razones para la existencia de este cuento y su inspiración. Es posible que Poe se inspirara en un acontecimiento histórico similar al que se presenta en el relato; Cuando la reina Isabel de Baviera organizó una fiesta para hacer crédito al matrimonio de una de sus damas de compañía, para enero de 1393. El rey Carlos VI "el bien amado" (o "Carlos el loco" como posteriormente fue llamado) y otros cinco caballeros se disfrazaron de sátiros despeinados de cabeza a pies y bailaron encadenados los unos a los otros. Curiosamente sus disfraces consistían de vestidos de lino cosido y cera resinosa para sostener cabos de cáñamo ― muy similar al disfraz para los orangutanes que describe Poe ―. Está combinación es altamente inflamable así que se prohibieron las antorchas en la sala mientras estos presentaban su espectáculo. Sin embargo, Luis de Orleans ― hermano de rey ―, se acercó con una antorcha encendida con motivo de jugarle una broma a los bailarines, pero uno de estos comenzó a arder. El rey logró salvarse debido a que La Duquesa de Berry, Juana II de Euvergne, lo reconoció de inmediato, otros cuatro caballeros si perdieron la vida. Este acontecimiento es conocido como Bal des Ardents (El Baile de los Hombres que Arden).

Pero a la vez se sugiere que esté ultimo relato, fue inspirado en su persona y en su vida, por lo tanto podría ser un trabajo autobiográfico. El hecho de que Hop-Frog fuese secuestrado de su hogar y llevado a la corte de un rey, podría verse relacionado a que de niño tuvo que ser adoptado y su padre adoptivo, John Allan, tenía grandes riquezas. Esto además tiene más sentido cuando se aclara que este padre adoptivo impuso, en él, un nombre no conferido en el bautismo, al igual que le ocurrió a Hop-Frog. Otra relación entre el autor y su personaje, es que al igual que al enano, el escritor era muy sensible al vino, y se enfurecía si era obligado a beberle.

La representación del rey a su vez podría verse relacionada con la figura de Elizabeth Fries Ellet. También escritora, Ellet sentía atracción hacia él, pero todas sus tentivas amorosas fueron rechazadas por este. La escritora participó en un escándalo en el cual involucraba a Poe y a Frances "Fanny" Sargent Osgood (poeta), estando ambos casados con diferentes personas. Para entonces él se encontraba en la cima de su carrera por su poema El Cuervo, y por lo tanto recibía bastantes cartas, entre ellas, numerosas de Fanny Sargent Osgood y de la misma Elizabeth F. Ellet.

Durante una visita que Elizabeth realizó a la casa de Poe en 1846, supuestamente vio algunas de las cartas de Fanny, que la esposa de Poe, Virginia, le había mostrado y ademas pedido que influyera para que Poe las devolviera, pues lo consideraba una indiscreción. Cuando esto ocurrió el escritor se negó y enojado sugirió que era Elizabeth quien "debía cuidarse de sus propias cartas". Luego reunió todas las cartas y las dejó en casa de Ellet, y a pesar de que ya las había devuelto, ella le pidió a su hermano ― un coronel ― que pidiera en su nombre todas las cartas, y este amenazó de muerte al escritor. Samuel Stillman Osgood, el esposo de Fanny, amenazó con demandar a Ellet, a menos que se disculpara formalmente. Entonces Elizabeth retiró sus declaraciones y se retracto diciendo que las cartas de Frances Sarget Osgood eran una falsificación del mismo Allan poe, ya que esté era dado a la bebida y proclive a actos de locura. El rumor sobre la locura se difundió rápidamente, y el escándalo no concluyó hasta que los Osgood se reconciliaron, sin embargo Virginia quedó muy afectada por todo el asunto. Había recibido cartas anónimas desde Julio de 1845 donde le hablaban de las indiscreciones de su marido. Se cree que Ellet estaba detrás de esos anónimos, que habían alterado tanto la vida de Virginia que en su lecho de muerte declaró que Mrs. Ellet había sido su asesina.

A parte de Elizabeth F. Ellet, Poe tuvo varios críticos literarios (tal vez enemigos, muchos de ellos cómplices en la difusión sobre su supuesta locura) los cuales podrían ser relacionados a los siete consejeros del rey. Entre ellos podrían estar: Margaret Fuller, Hiram Fuller, Thomas Dunn English, Anne Lynch Botta, Anna Blackwell, Ermina Jane Locke y su marido.

Yo diría que es probable que tanto hechos de su vida; bien fuesen las sugerencias anteriores u otras, como el hecho histórico de Carlos VI, fueran de inspiración para esté cuento. Después de todo en la elaboración de una obra, hay muchos factores que intervienen. Es evidente que las similitudes entre los hechos históricos que se presentan, no son coincidencia. Las coincidencias existen, pero no de esa manera. Lo que si será un misterio es si el acontecimiento con Ellizabeth F. Ellet y los críticos literarios (suficiente para causar mucho odio), tendrá algo que ver.

Sin embargo este cuento se incluye entre los relatos sobre la venganza, junto a "El Tonel de Amontillado", con el cual, dicho tema no es en lo único que coinciden. este otro cuento, presenta un final que aunque es diferente tiene similitudes, ademas la victima de este viste un traje de bufón igual al de Hop-Frog. Se trata de relatos hermanos, tal cual lo podrían ser "El Gato Negro" y "EL Corazón Delator". Sobre "El Tonel de Amontillado" se presume fue un intento de venganza literaria hacia un enemigo personal. De ser así, al presentarse escritos con intención de venganza personal la posibilidad anterior podría ser muy acertada.

Hay que recordar que hablamos de un Edgar Allan Poe, en la etapa final de su vida. Declivado, criticado y marcado por la muerte de su mujer. Que si bien ya se encontraba en su mejor etapa literaria, en cuanto a que ya era dueño de todas sus herramientas de escritura, el peso de su vida no le permitía escribir los bellos poemas que en el pasado había hecho, ni escribir los extraordinarios cuentos de horror. Y a pesar de eso entregó buenas historias, solamente que con gran esfuerzo.

Si hay que destacar otros elementos del cuento, ese seria la aparición nuevamente de dientes en su narración. Para Poe, el elemento simbólico de los dientes era un signo vinculado a la inmortalidad. Hop-Frog emitía un chirrido de sus dientes al momento en que maquinaba su plan de venganza. No se si Poe sabía que al escribir sus cuentos y poemas estaba jugando con la formula para su inmortalidad. Más este simbolismo en el chirrido emitido por los dientes del enano, podría, como no, representar algo más que un elemento de historia.

Tal vez Hop-Frog, no sea el mejor cuento que escribió Poe. Más como has notado, es una historia fascinante, con un personaje muy bueno. Un personaje que tiene muy poco, pero lo tiene todo para ser grande.

"Luego de vengar y vengarse, inflamado de triunfo y liberación, Hop-Frog anunció, casi como un presagio, “esta es mi última broma”. Y era verdad. Edgar Allan Poe lo escribió en 1849 y en 1849, solo y andrajoso en un hospital de Baltimore, murió. ¿De qué?" Sebastián Ariel Freijomil Viña.


Hop-Frog
(Traducción de Julio Cortázar)
Jamás había conocido a nadie tan dispuesto a celebrar una broma como el rey. Parecía vivir tan sólo para las bromas. La manera más segura de ganar sus favores consistía en narrarle un cuento donde abundaban las chuscadas, y narrárselo bien. Ocurría así que sus siete ministros descollaban por su excelencia como bromistas. Todos ellos se parecían al rey por ser corpulentos, robustos y sudorosos, así como bromistas imitables. Nunca he podido determinar si la gente engorda cuando se dedican a hacer bromas, o si hay algo en la grasa que predispone a las chanzas; pero resulta que un bromista flaco resulta una rara avis in terris.

Por lo que se refiere a los refinamientos ― o, como él los denominaba, los "espíritus" del ingenio ―, el rey se preocupaba muy poco. Sentía especial admiración por el volumen de una chanza, y con frecuencia era capaz de agregarle gran amplitud para completarla. Las delicadezas lo fastidiaban. Hubiera preferido el Gargantúa de Rabelaís al Zadig de Voltaire; de manera general, las bromas de hecho se adaptan mejor a sus gustos que las verbales.

En los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las cortes. Varías "potencías" continentales conservaban aún sus "locos" profesionales, que vestían de traje abigarrado y gorro de cascabeles, y que a cambio de las migajas de la masa real, debían mantenerse alerta para prodigar su agudo ingenio.

Nuestro rey tenía también su bufón. Le hacia falta una cierta dosis de locura, aunque más no fuera, para contrabalancear la pesada sabiduría de los siete sabios que formaban su ministerio... y la suya propia.

Su "loco", o bufón profesional, no era tan sólo un loco. Su valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano y cojo. En aquella época los enanos abundaban en las cortes tanto como los bufones, y muchos monarcas no hubieran sabido cómo pasar los días (los días son más largos en la corte que en cualquier otra parte) sin un bufón con el cual reírse y un enano del cual reírse. Pero, como ya lo he hecho notar, en el noventa y nueve por ciento de los casos los bufones son gordos, redondeados y de movimientos torpes, por lo cual nuestro rey se congratulaba de tener a Hop-Frog (que así se llamaba el bufón) un triple tesoro en una sola persona.

Creo que el nombre Hop-Frog no le fue dado al enano por sus padrinos en el momento del bautismo, sino que recayó en una persona por concurso general de los siete miembros, dado que le era imposible caminar como el resto de los mortales. En efecto, Hop-Frog, sólo podía avanzar mediante un movimiento convulsivo ― algo entre un brinco y un culebreo ―, movimiento que divertía inmediatamente al rey y a la vez, claro está, le servía de consuelo, aunque la corte, a pesar del vientre protuberante y el enorme tamaño de la cabeza del rey, lo consideraba un dechado de perfección.

Pero si la deformación de las piernas sólo permitía a Hop-Frog moverse con gran dolor y dificultad en el camino o un salón, la naturaleza parecía haber querido compensar aquella deficiencia de sus miembros inferiores concediéndole una prodigiosa fuerza en los brazos, que le permitía efectuar diversas hazañas de maravillosa destreza, siempre que se tratara de trepar por cuerdas o árboles. Y mientras cumplía tales ejercicios se parecía mucho más a una ardilla o a un mono que a una rana.

No puedo afirmar con precisión de que país había venido Hop-Frog. Se trataba, sin embargo, de una región bárbara de la que nadie había oído hablar, situada a mucha distancia de la corte de nuestro rey. Tanto Hop-Frog como una jovencita apenas menos enana que él (pero de exquisitas proporciones y admirable bailarina) habían sido arrancados por la fuerza de sus respectivos hogares, situados en provincias adyacentes y enviados con regalo al rey por uno de sus siempre victoriosos generales.

No hay que sorprenderse, pues, de que en tales circunstancias se creara una gran intimidad entre dos pequeños cautivos. Muy pronto llegaron a ser amigos entrañables. Hop-Frog, a pesar de sus continuas exhibiciones, no era nada popular, y no podía por tanto, prestar mayores servicios a Trippetta; pero está, con su gracia y exquisita belleza ― pese a ser una enana ―, era admirada y mirada por todos, lo cual le daba mucha influencia y le permitía ejercerla a favor de Hop-Frog, cosa que jamás dejaba de hacer.

En ocasión de una gran solemnidad oficial (no recuerdo cuál) el rey resolvió celebrar un baile de máscaras. Ahora bien, toda vez que en la corte se trataba de mascaradas o fiestas semejantes, se acudía sin falta a Hop-Frog y a Trippetta, para que desplegaran sus habilidades. Hop-Frog, sobre todo, tenía tanta inventiva para mostrar espectáculos, sugerir nuevos personajes y preparar máscaras para los bailes de disfraz, que se hubiera dicho que nada podía hacerse sin su asistencia.

Llegó la noche de la gran fiesta. Bajo la dirección de Tripletta habiase preparado un resplandeciente salón, ornándolo con todo aquello que pudiera agregar éclat a una mascarada. La corte ardía con la fiebre de la expectativa. Por lo que respecta a lo trajes y los personajes a representar, es de imaginarse que cada uno había aprontado convenientemente. Los había que desde semanas antes preparaban sus rôles, y nadie mostraba la menor señal de indecisión... salvo el rey y sus siete ministros. Me hes imposible explicar porque precisamente ellos vacilaban, salvo que lo hicieran con ánimo de broma. Lo más probable es que, dada su gordura, les resultara difícil decidirse. A todo esto el tiempo transcurría; entonces, como postrer recurso, mandaron llamar a Trippetta y a Hop-Frog.

Cuando los dos pequeños obedecieron al llamado del rey, lo encontraron bebiendo vino con los siete miembros de su Consejo; el monarca, sin embargo parecía de muy mal humor. No ignoraba que a Hop-Frog le desagradaba el vino, pues producía en el pobre lisiado una especie de locura, y la locura no es una sensación agradable. Pero el rey amaba sus bromas y le pareció divertido obligar a Hop-Frog a beber y (como él decía) "a estar alegre".

― Ven aquí, Hop-Frog ― mandó, cuando el bufón y su amiga entraron en la sala. ― Bébete está copa a la salud de tus amigos ausentes... (Hop-Frog suspiró)... y veremos si eres capaz de inventar algo. Necesitamos personajes... personajes ¿entiendes? Algo fuera de lo común, algo raro. Estamos cansados de hacer siempre lo mismo. ¡Ven, bebé! El vino te avivará el ingenio.

Como de costumbre, Hop-Frog trató de contestar con una chanza de palabras al rey, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Sucedió que aquel día era el cumpleaños del pobre enano, y la orden de beber a la salud de "sus amigos ausentes" hizo acudir las lágrimas a sus ojos. Grandes y amargas gotas cayeron en la copa mientras la tomaba, humildemente, de manos del tirano.

― ¡Ja, ja, ja! ― rió éste con sus fuerzas ―. ¡Ved lo que puede un vaso de vino! ¡Si la le brillas los ojos!

¡Pobre infeliz! Sus grandes ojos fulguraban en vez de brillar, pues en efecto del vino en su excitable cerebro era tan potente como instantáneo. Dejando la copa en la mesa con un movimiento nervioso, Hop.Frog contempló a sus amos con una mirada casi insana. Todos ellos parecían divertirse muchísimo con la "broma" del rey.

― Y ahora, ocupémonos de cosas serias ― dijo el primero ministro, que era un hombre muy gordo.

― Si ― aprobó el rey ―. Ven aquí, Hop-Frog y ayúdanos. Personajes, querido muchacho. Personajes es lo que necesitamos... ¡Ja, ja, ja!

Y como sus palabras pretendían ser una nueva chanza, los siete las celebraron a coro.

También rió Hop-Frog, aunque débilmente y como si estuviera distraído.

― Vamos, vamos ― dijo impaciente el rey ―. ¿No tienes nada que sugerirnos?

― Estoy tratando de pensar algo nuevo ― repuso vagamente el enano, a quien el vino había confundido por completo.

― ¡Tratando! ― gritó furioso el tirano ―. ¿Que quieres decir con eso? ¡Ah ya entiendo! Estás melancólico y te hace falta más vino. ¡Toma, bebe esto! ― y llenando otra copa la alcanzó al lisiado, que no hizo más que mirarla, tratando de recobrar el aliento ―. ¡Bebe, te digo ―aulló el monstruo ―, o por todos los diablos que...!

El enano vaciló, mientras el rey se ponia púrpura de rabia. Los cortesanos sonreían bobamente. Pálida como un cádaver, Trippetta avanzó hasta el sitial de monarca y cayendo de rodillas, le imploró que dejara en paz a su amigo.

Durante unos instantes el tirano miró lleno de asombro ante la audacia. Parecía incapaz de decir o hacer algo... de expresar adecuadamente su indignación. Por fin, sin pronunciar una silaba, la rechazó con violencia y le tiró el contenido de la copa.

La pobre niña se levantó como pudo y, sin atreverse a suspirar siquiera volvió a su sitio a los pies de la mesa.

Durante casi un minuto reinó un silencio tan mortal que se hubiera escuchado crear una hoja o una pluma. Aquel silencio fue interrumpido por un áspero y prolongado rechinar, que parecía venir de todos los ángulos de la sala al mismo tiempo.

― ¿Qué... qué es ese ruido que estas haciendo? ― preguntó el rey, volviéndose furioso hacia el enano.

― Este último parecía haberse recobrado en gran medida de su embriaguez y, mientras miraba fija y tranquilamente al tirano en los ojos, respondió:

― ¿Yo? Yo no hago ningún ruido.

― Parecía que el sonido viniera de afuera ― observó uno de los cortesanos. ― Se me ocurre que es el loro de la ventana, que se frotaba el pico contra los barrotes de la jaula.

― Eso ha de ser ― afirmó el monarca, como si la sugestión lo aliviara grandemente ―. Pero hubiera jurado por el honor de un caballero que el ruido lo hacia este imbécil con los dientes.

Al oír tales palabras el enano se echó a reír (y el rey era un bromista demasiado empedernido para oponerse a la risa ajena), mientras dejaba ver unos enormes, poderosos y repulsivos dientes. Lo que es más, declaró que estaba dispuesto a beber todo el vino que quisiera su majestad, con lo cual éste se calmó en seguida. Y luego de apurar otra copa sin efectos demasiados perceptibles, Hop-Frog comenzó a exponer vivamente sus planes para la mascarada.

― No puedo explicarme la asociación de ideas ― dijo tranquilamente y como si jamás en su vida hubiese bebido vino ―, pero apenas vuestra majestad empujó a esa niña y le arrojó el vino la cara, apenas hubo hecho eso, y en momentos en que el loro producía ese extraño ruido en la ventana, se me ocurrió una diversión extraordinaria... una de las extravagancias que se hacen en mi país, y que con frecuencia se llevan a cabo en nuestras mascaradas. Aqui será completamente nuevo. Lo malo es que hace falta un grupo de ocho personas y...

― ¡Pues aquí estamos! ― exclamó el rey, riendo ante su agudo descubrimiento de la coincidencia ― ¡Justamente ocho: yo y mis ministros! ¡Veamos! ¿En que consiste esa diversión?

― La llamamos ― repuso el enano ― Los ochos Oranguntanes Encadenados, y si se le representa bien, resulta extraordinaria.

Nosotros la representaremos bien ― observó el rey, enderezando y alzando las cejas.

― Lo divertido de la cosa ― continuó Hop Frog ― está en el espanto que produce entre las mujeres.

― ¡Magnifico! ― gritaron el monarca y su Consejo.

― Yo os disfrazaré de orangutanes ― continuó el enano ―. Dejadlo todo por mi cuenta. El parecido será tan grande, que los asistentes a la mascarada os tomarán por bestias de verdad... y, como es natural, sentirán tanto terror como asombro.

― Usaremos cadenas para que su ruido aumente la confusión. Haremos correr el rumor de que os habéis escapado en masse de vuestras jaulas. Vuestra majestad no puede imaginar el efecto que en un baile de máscaras causan ocho orangutanes encadenados, los que todos tomen por verdaderos, y que se lanzan con gritos salvajes entre las damas y caballeros delicada y lujosamente ataviados. El contraste es inimitable.

― ¡Así debe ser! ― declaró el rey, mientras el consejo se levantaba precipitadamente (se hacía tarde) para poner en ejecución el plan de Hop-Frog.

La forma en que procedió esté fin de convertir a sus amos en orangutanes era muy sencilla, pero suficientemente eficaz para lo que se proponía. En la época en que se desarrolla mi relato los orangutanes eran poco conocidos en el mundo civilizado, y como las imitaciones preparadas por el enano resultan suficientemente bestiales y más que suficientemente horrorosas, nadie pondría en duda que se trataba de una exacta reproducción de la naturaleza.

Ante todo, el rey y sus ministros vistieron ropa interior de tejido elástico y sumamente ajustado. Se procedió inmediatamente a untarlos con brea. Alguien del grupo sugirió cubrirse de plumas, pero esta idea fuer rechazada al punto por el enano, quien no tardó de convencer a los ocho bromistas mediante demostraciones practicas, que el pelo del orangután puede imitarse mejor con lino. Una espesa capa de este último fue por tanto aplicada sobre la brea. Buscóse luego una larga cadena. Hop-Frog la pasó por la cintura del rey y la aseguró; en seguida hizo lo propio con todo el grupo, y luego con el resto. Completados los preparativos, los integrantes se apartaron lo más posible los unos de los otros, hasta formar un circulo, y, para dar a la cosa su apariencia más natural, Hop-Frog tendió el sobrante de la cadena formando dos diámetros en el circulo, cruzados en ángulo recto, tal como lo hacen en la actualidad los cazadores de chimpancés y otros grandes monos en Borneo.

El vasto salón donde iba a celebrarse el baile de máscaras era una estancia circular, de techo muy elevado y que sólo recibía luz del sol a traves de una claraboya situada en su punto más alto. De noche (momento para el cual había sido especialmente concebido dicho salón) se lo iluminaba por medio de un gran lustro que colgaba de una cadena procedente del centro del tragaluz, y que se hacia subir y bajar por medio de un contrapeso, según el sistema corriente; sólo que, para que dicho contrapeso no se viera, hallábase instalado del otro lado de la cúpula, sobre el techo.

El arreglo del salón había sido confiado a la dirección de Trippetta; pero, por lo visto, ésta se había dejado guiar en ciertos detalles por el más sereno discernimiento de su amigo el enano. De acuerdo con sus indicaciones, el lustro fue retirado. Las gotas de cera de la bujías (que en esos días calurosos resultaba imposible evitar) hubiera estropeado las ricas vestiduras de los invitados, quienes, debido a la multitud que llenaría el salón, no podían mantenerse alejados del centro, o sea debajo del lustro. En su reemplazo se instalaron candelabros adicionales en diversas partes del salón, de modo que no molestaran, a la vez que se fijaban antorchas que despedían agradable perfume en la mano derecha de cada una de las cariátides que se erguían contra la paredes, y que sumaban entre cincuenta y sesenta.

Siguiendo el consejo de Hop-Frog, los ocho orangutanes esperaron pacientemente hasta medianoche, hora en que el salón estaba repleto de máscaras, para hacer su entrada. Tan pronto se hubo apagado la última campanada del reloj, precipitáronse ― o, mejor, rodearon juntos, ya que la cadena que trataba sus movimientos hacía caer a la mayoría y trastrabillar a todos mientras entraban en el salón.

El revuelo producido en la asistencia fue prodigioso y llenó de jubilo el corazón del rey. Tal como se había anticipado, no pocos invitados creyeron que aquellas criaturas de feroz aspecto eran, si no orangutanes, por lo menos verdaderamente bestias de alguna otra especie. Muchas damas se desmayaron de terror, y si el rey no hubiera tenido la precaución de prohibir toda portación de armas en la sala, la alegre banda no habría tardado en expiar sangrientamente su extravagancia. A falta de medios de defensa, produjese una carrera general hacía las puertas; pero el rey había ordenado que fueran cerradas inmediatamente después de la entrada y, siguiendo una sugestión del enano, las llaves habían sido confiadas a él.

Mientras el tumulto llegaba a su apogeo y cada máscara se ocupaba tan sólo de su seguridad personal(pues ahora había verdadero peligro a causa del apretujamiento de la excitada multitud), hubiera podido que la candela de la cual colgaba habitualmente el lustro, y que había sido remontada al prescindirse de aquél, descendía gradualmente hasta que el gancho de su extremidad quedó a unos tres pies del suelo.

Poco tiempo después el rey y sus siete amigos, que habían recorrido haciendo eses todo el salón, terminaron por encontrarse en su centro y, como es natural, en contacto con la cadena. Mientras se hallaban allí, el enano, que no se apartaba de ellos y los incitaba a continuar la broma, se apoderó de la cadena de los orangutanes en el punto de intersección de los dos diámetros que cruzaban el circulo en ángulo recto. Con la rapidez del rayo insertó allí el gancho del cual colgaba antes el lustro; en un instante, y por la obra de una intervención, desconocida, la cadena del lustro subió lo bastante para dejar el gancho fuera del alcance de toda mano y, como consecuencia inevitable, arrastró a los unos a contra otros, y cara a cara.

A esta altura, los invitados iban recobrándose en parte de su alarma y comenzaban a considerar todo aquello como una estúpida broma, por lo tanto estallaron de risas estentóreas al ver la desgarbada situación en que se encontraban los monos.

― ¡Dejádmelos a mi! ― gritó entonces Hop-Frog, cuya voz penetrante se hacia escuchar fácilmente en medio del estrépito ―, ¡Dejádmelos a mi! ¡Me parece que los conozco! ¡Si solamente pudiera mirarlos más de cerca, pronto podría decirnos quienes son!

Trepando por sobre las cabezas de la multitud, consiguió llegar hasta la pared, donde se apoderó de una de las antorchas que empuñaban las cariátides. En un instante estuvo de vuelta en el centro del salón y, saltando con agilidad de simio sobre la cabeza del rey, encaramóse unos cuantos cuantos píes por la cadena, mientras bajaba la antorcha para examinar el grupo de orangutanes y gritaba una vez más:

― ¡Pronto podré deciros quiénes son!

Y entonces, mientras todos los presentes (incluidos los monos) se retorcían de risa, el bufón lanzó un agudo silbido; instantáneamente, la cadena remontó con violencia a una altura de treinta pies, arrastrando consigo a los aterrados orangutanes, que luchaban por soltarse, y los dejó suspendidos en el aire, a media altura entre la claraboya y el suelo. Aferrado a la cadena, Hop-Frog seguía en la misma posición, por encima de los ocho disfrazados, y, como si nada hubiese ocurrido, continuaba acercando su antorcha fingiendo averiguar de quienes se trataba.

Tan estupefacta quedó la asamblea ante esta ascensión, que se produjo un profundo silencio. Duraba ya un minuto, cuando fue roto por un áspero y profundo rechinar, semejante al que había llamado la atención del rey y sus consejeros después que aquél hubo arrojado el vino a la cara de Trippetta. Pero en esta ocasión no cabía dudar de dónde procedía el sonido. Venía de los dientes del enano, semejantes a colmillos de fiera; rechinaban, mientras de su boca brotaba la espuma, y sus ojos, como los de un loco furioso, se clavaban en los ojos del rey y sus siete compañeros.

― ¡Ah, ya veo! ― gritó, por fin, el enfurecido bufón ― ¡Ya veo quiénes son!

Y entonces, fingiendo mirar más de cerca la al rey, aplicó la antorcha a la capa de lino que lo envolvía y que instantáneamente se llenó de lividas llamaradas. En menos de medio minuto los ocho orangutanes ardían horriblemente entre los alaridos de la multitud, que los miraba desde abajo, aterrada, y que nada podía hacer para hablar una vez más:

― Ahora veo claramente quiénes son esos hombre ― dijo ―. Son un gran rey y sus siete consejeros privados. Un rey que no tiene escrúpulos en golpear a una niña indefensa, y sus siete consejeros, que consienten ese ultraje. En cuanto a mi, no soy nada más que Hop-Frog. El bufón... y está es mi última bufonada.

A causa de de la alta combustibilidad del lino y la brea, la obra de venganza quedó cumplida apenas el enano hubo terminado de pronunciar estas palabras. Los ocho cadáveres colgaban de sus cadenas en su masa irreconocible, fétida, negruzca, repugnante. El bufón arrojó su antorcha sobre ellos y luego, trepando tranquilamente hasta el techo, desapareció a través de la claraboya.

Se supone que Trippetta, instalada en el tejado del salón, fue cómplice de su amigo en su ígnea venganza, y que ambos escaparon juntamente a su país, ya que jamás se les volvió a ver.
― Fin ―



Fuentes:

. Hop-Frog (Idioma original)
. es.wikipedia.org

1 comentarios:

Lilith dijo...

A mi parecer elegiste un buen cuento del mejor escritor (para mi) este relato me gustó mucho, no esperé que eso era lo que iba a pasar pero el final fue genial y el párrafo final de tu texto le da a mi parecer mucho más fuerza.
Me gusta cuando escribes sobre un cuento, poema, relato (de Poe) porque nos cuentas datos interesantes que quizás muchos desconocemos, o por lo menos algunos de ellos.
Claro algunos son supociones y prentenciones de querer entender la retorcida mente Poe, pero son buenos planteamientos, me gustó y espero seguir leyendo artículos de este tipo =)

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