La Travesia del Desierto

Por: Eduardo Trebison

22 abr 2011

"La Canción Desesperada" de Pablo Neruda

Publicado por Trebison


Hablar sobre el famoso poemario: 20 Poemas de Amor y Una Canción Desesperada, da lo mismo que hacerlo sobre alguna sinfonía de Beethoven, alguna pintura de Goya o hacerlo sobre las pirámides de Egipto. En un aspecto valido de comparación. Ya que es hacerlo sobre una de las más grandes obras de arte de todo los tiempos. Cuando Neruda publicó en 1924 este poemario contaba nada más que con 19 años de edad y fue una de sus obras mas representativas, entre tantas hermosas poesías. Sin embargo no hablaré del poemario como tal en esta ocasión, aunque puede que pronto lo haga ya que en él se encuentran mis poemas predilectos del señor Neruda. Por ahora solamente colocaré el poema que finaliza la obra: Una Canción Desesperada. Por ser uno de mis favoritos, y además por lo que representa en mi vida, razón por la cual no puede faltar en mi blog.

Indudablemente porque ella fue un viaje en alta mar. Aventurero y enloquecedor. Encantador; en donde se escucharon sirenas y se enfrentaron cara a cara el temor y el pudor. Pero al final fue un naufragio y, el hombre que sobre el mar disfrutaba en compañía terminó solo en las arenas de una isla desierta, allá en el fin del mundo, frente a la negra soledad de las islas. Ella fue la brisa y fue la sal. Fue el ruido del mar y todo aquello que los dioses musitaban, pero ahora todo en ella fue naufragio.

Para quienes no lo han leído, disfrútenlo:

La Canción Desesperada

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, ¡Oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
¡Oh sentina de escombros feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. ¡Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor. ¡Todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo,
te tumbó la tristeza. ¡Todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra.
Anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que ame y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido de trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

¡Ah mujer, no sé como pudiste contenerme en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el mas terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el mas tirante y ávido.
Cementerio de besos aún hay fuego en tus tumbas,
aun los racimos arden picoteado de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzaba en los labios.
Ése fue mis destino y en él viajo mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo. ¡Todo en ti fue naufragio!

¡Oh, sentida de escombros, en ti todo caía.
¿Qué dolor no exprimiste? ¿Qué olas no te ahogaron?!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste,
De pie como un marino a la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
¡Oh, sentina de escombros, pozo abierto y amargo!

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido. ¡Todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
¡Ah más allá de todo, ah más allá de todo.
Es la hora de partir, oh abandonado!




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